El adiós, es uno de las historias que mas cautivadoras de Hellinger, es un adiós y un comienzo, donde al dar el primer paso, se tiene la certeza que nada puede seguir como lo habíamos sostenido allá. En esta versión de 2010 compruebo que ha retocado algunos pasajes, para hacerlos más penetrantes, ¡claro¡.  Sí es posible que te la lean le sacaras mas partido.

Los invito ahora a que hagamos un viaje al pasado, como cuando la gente después de muchos años regresa a ese lugar donde entonces sucedió algo decisivo. Sin embargo ahora ya no acecha ningún peligro, todo ha sido superado. Más bien parece como si viejos luchadores después de que ha reinado la paz durante largo tiempo volviesen a atravesar ese campo de batalla en el cual una vez debieron demostrar su coraje. Ya hace mucho que la hierba cubre los campos y los árboles florecen y tienen frutos. Tal vez ellos no reconozcan nuevamente el lugar porque él no se parece a ese que ellos llevan en su memoria y ahora necesitan ayuda para poder orientarse. Resultan curiosas las diferentes maneras como nos enfrentamos al peligro. Un niño, por ejemplo, queda petrificado por el miedo que le provoca la presencia de un perro grande. Entonces viene la madre, lo toma en sus brazos, la tensión se diluye y el niño comienza a sollozar. No obstante pronto el niño gira su cabeza y mira sin miedo –ahora desde la distancia protectora- al terrible animal.
Otro niño, cuando se ha cortado, no puede ver como brota su sangre. Tan pronto como él mira hacia otro lado tan solo siente un poco de dolor. Lo terrible es cuando todos los sentidos han quedado atrapados en el hecho, cuando los sentidos no pueden actuar de forma individual y separada y el individuo es sometido por ellos de modo que no puede ver ni oír ni sentir lo que realmente está sucediendo. Emprendemos ahora un viaje en el cual cada uno a su manera lo podrá ver todo, aunque por supuesto no de una sola vez. Y también podrá vivir ese todo, aunque con la protección que él desee. Un viaje en el cual él podrá comprender las cosas que realmente cuentan, una tras otra. Quien así lo desee también puede dejarse representar, como alguien que se pone cómodo, se reclina en su sillón, cierra los ojos y sueña, y se ve realizando el viaje y a pesar de que se que queda en casa y
duerme vive todo como si realmente estuviese presente. El viaje se dirige a una ciudad que una vez fue rica y famosa, pero desde ya hace mucho está solitaria y vacía, como si se tratase de una ciudad fantasma en el lejano oeste. Se ven todavía las galerías de las que se extrajo oro. Las casas están casi intactas. Inclusive podemos todavía ver el edificio de la ópera. Pero todo está abandonado. Ya hace mucho que aquí no queda otra cosa que el recuerdo.
Quien participa de este viaje se busca a un baquiano que lo guíe. Y de esa manera puede arribar al lugar y el recuerdo renacerá. Aquí sucedió eso que lo conmocionó tanto, eso que todavía hoy le resulta pesado recordar porque fue muy doloroso. Pero ahora el sol brilla sobre la ciudad abandonada. Allí donde una vez hubo vida, muchedumbre y violencia, ha regresado la calma, casi la paz. Así caminan por las calles y finalmente encuentran la casa. El duda, no sabe si se animará a entrar, sin embargo su acompañante quiere avanzar primero solo para antes ver y saber si el lugar es seguro y si todavía queda algo de entonces. Entretanto el otro que quedó afuera mira las calles vacías y vuelven los recuerdos de vecinos o amigos que antes habían estado allí. Recuerdos de escenas en las cuales él fue feliz, alegre y emprendedor y lleno de amor a la vida, como niños a los que nada puede detener porque empujan hacia delante, hacia algo nuevo, hacia algo desconocido, grande, amplio, hacia la aventura y el peligro. De esa manera transcurre el tiempo.
Entonces su compañero le hace señas que venga. El entra en la casa, ingresa en el vestíbulo, mira a su alrededor y espera. El sabe que personas podían haberlo ayudado entonces a soportarlo, personas que lo amaban y que fueron fuertes y valientes y sabias. El siente como si ellas todavía estuviesen aquí, como si aún escuchase sus voces y percibiese su fuerza. Entonces su acompañante lo toma de la mano y ambos abren la verdadera puerta. Ahora él está allí: ha regresado. Toma la mano que lo ha guiado hasta aquí y tranquilo mira a su alrededor para ver como realmente era, lo uno y lo otro, el todo. Es extraño de que modo diverso él percibe todo cuando permanece concentrado y de la mano de su ayudante. Aún recuerda lo que durante tanto tiempo estuvo excluido, como si por fin se articulase lo que también forma parte. De ese modo él espera y mira hasta saberlo todo. Pero entonces lo invade el sentimiento y detrás de lo que estaba en la superficie él siente el amor y el dolor. Le parece como si hubiese regresado a casa y mirase al suelo, allí donde no hay ningún derecho y tampoco ninguna venganza. Allí donde actúa el destino y la humildad sana y la impotencia establece la paz. Su ayudante lo tiene de la mano para que él se sienta seguro. El respira profundamente y recién entonces se entrega. Así fluye lo que se acumuló durante tanto tiempo, y él se sentirá liviano y lleno de calor. Cuando todo ha terminado el otro lo mira y dice: “Tal vez, entonces, te cargaste con algo que ahora tienes que dejar aquí porque no te pertenece ni nadie te lo puede exigir. Por ejemplo, una culpa que te atribuyeron, como si tuvieses que pagar lo que otros han tomado. Déjalo aquí. Inclusive aquello que debe serte ajeno: las enfermedades del otro, su destino, su creencia o su sentimiento. También la decisión que actuó en tu contra, déjala ahora aquí”. Las palabras le hacen bien. El se siente como alguien que ha llevado consigo una carga muy pesada y ahora la depone. El respira profundamente y se sacude. En un primer momento se siente liviano como una pluma. El amigo vuelve a hablar: “Tal vez, entonces, tú te deshiciste y entregaste algo que deberías haber conservado porque te pertenece a ti. Por ejemplo, una capacidad, una necesidad ferviente. Tal vez también inocencia o culpa, recuerdo y esperanza. El coraje de la existencia plena de un hecho que te corresponde. Ahora vuelve a recogerlo y llévalo contigo a tu futuro”. El también asiente estas palabras. Entonces examina lo que abandonó y debe recuperar ahora. Al hacerlo siente el suelo bajo sus pies y percibe su propio peso. El amigo entonces lo hace avanzar un par de pasos y juntos llegan hasta la puerta en la parte trasera. La abren y encuentran… el secreto que reconcilia. Ahora él no soporta seguir estando en el viejo sitio. Tiene prisa por partir, le agradece a su amable acompañante e inicia el camino de regreso. Una vez en casa él necesita un tiempo para familiarizarse con la nueva libertad y la vieja fuerza. Pero en su interior ya está planeando su próximo viaje, está vez a una tierra nueva y desconocida.

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